A pesar de su sencillez, la frase «ir con la corriente» tiene en realidad una gran profundidad espiritual; la existencia se renueva constantemente y, aun así, nuestra tentación es contestar siempre con reacciones viejas. Cuando nos sorprendemos resistiéndonos a algo, que es, básicamente, decir
no, en general estamos tratando de imponerle una creencia o una costumbre vieja a una situación nueva. La ley del menor esfuerzo nos pide que reconozcamos la frescura de la vida
permitiendo su libre desenvolvimiento. Nos dice que debemos vivir el momento, buscar la ayuda de la naturaleza y dejar de culpar a los demás o a las cosas externas. En su fluir, el espíritu organiza los millones y millones de detalles que sostienen la vida, desde los infinitos procesos requeridos para mantener viva una célula, hasta las enormes complejidades del universo en evolución. Al conectarnos con el espíritu, navegamos con
el poder organizador del cosmos y lo aprovechamos.
Sin embargo, para mucha gente el concepto del menor esfuerzo es difícil. Aunque nuestra tecnología busca constantemente maneras de ahorrar trabajo con máquinas más eficientes, traducir eso al plano humano no es fácil. El mayor obstáculo es nuestra ética del trabajo, según la cual el mayor esfuerzo trae más recompensas. Pero hay dos fallas en esto. Primero, la
naturaleza misma opera a través del menor esfuerzo: según las leyes de la física, todo proceso, desde la rotación de un electrón hasta la rotación de una galaxia, debe funcionar de acuerdo con el gasto de energía más eficiente, ofreciendo la menor resistencia posible. Segundo, las fuentes del progreso humano han sido siempre las ideas, la inspiración y el deseo,
los cuales nos llegan espontáneamente. No hay forma de forzar lainspiración, o el deseo o, incluso las buenas ideas.
A las personas se les puede enseñar ideas relacionadas como no oponer resistencia, no estar a la defensiva y asumir responsabilidad por la manera como elegimos trabajar. La aceptación es un concepto clave porque cada vez que oponemos resistencia desperdiciamos gran cantidad de esfuerzo. La indefensión, o el no estar a la defensiva, es una actitud
relacionada con la aceptación, porque el hecho de tener que defender nuestro punto de vista crea conflicto y caos, los cuales representan un desperdicio enorme de energía.
Tratar de salirnos siempre con la nuestra es una tentación que muy pocos podemos resistir, aunque la ley del menor esfuerzo nos dice que podemos obtener lo que deseamos a través de medios diferentes de la lucha y el conflicto. Podemos seguir el flujo del espíritu, confiados en que su infinito poder organizador se ocupará de nuestras necesidades. Así, la ley del menor esfuerzo nos aporta la fe y la paciencia. A todos nos han
enseñado que el camino del éxito está sembrado de luchas y batallas. En realidad, es mucho más importante tener fe en nuestros deseos. Si creemos que los demás existen para cerrarnos el camino de la realización de nuestros deseos, no tenemos otra salida que estar constantemente a la defensiva. Por tanto, debemos saber que existe un poder que otorga
nuestros deseos, el cual está mucho más allá del poder de las otras personas. El éxito y la realización vienen de adentro y que lo único que importa es el interior. Todos somos responsables por lo que sentimos, lo que deseamos y la forma como enfrentamos los desafíos de la vida. La manera de cumplir
la más elevada de las responsabilidades no es trabajar hasta el cansancio, sino realizar el trabajo del espíritu con una actitud de alegría y creatividad. Esta es la única manera de hacer posible una vida sin lucha.
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