Un ser humano necesita, de forma imprescindible,para poder ser un ser humano sano,tanto como para crecer y desarrollarse, amor.
Pero no el amor que otros nos profesan, sino el amor que uno mismo siente. Amor vivo, que late, amor que inspira y anima a emprender cosas, amor que emocione y alegre, que nos vuelva de nuevo vulnerables.
Amor que ataña al cuerpo. Que incite a abrazar, a extender la mano y tocar al otro, a buscar su mirada o a mirar cuando el otro no mira. Amor que nos relaje de tensiones que separan, amor que haga que la sangre se agolpe en las mejillas y la risa se vuelva fresca y clara incluso un poco floja. Si, amor que ataña al cuerpo.
Y que ataña a la mente. Y así la percepción se aviva y uno ve más claro, incluso ve lo que otros no alcanzan, y surgen ideas e ideales y crece la confianza: sí puedo, puedo hacerlo. Y crece la voluntad: puedo y quiero. Las conversaciones son más fluidas, uno quiere saber y quiere que otros sepan. E intuyes como nunca, te das cuenta, te percatas del cómo son las cosas. Amor que ataña a la mente.
Que ataña a la conciencia. Y sentimos dolor por el amor no dado tantas veces, y abrimos la mirada a los que no nos gustan (demasiado) con ojos más amables. Si te toca el amor en la conciencia, seguro perderás un enemigo, desearás terminar con el enojo, zanjarás de buena gana algún viejo conflicto, te sentirás con la vida renovada, limpia, desintoxicada. Si, amor que ataña la conciencia.
Que ataña a los instintos. Y por un ratito uno es como ese pájaro que todos hemos visto alguna vez en un reportaje de animales. ¡Que cosas hace para atraer la hembra! Junta las alas sobre la cabeza y forma un abanico oscuro en medio del cual lucen sus ojos como piedras preciosas y enigmáticas, y baila una extraña danza, antigua como el agua y recoge objetos pequeños y brillantes y forma un nido excéntrico, tentador y atractivo. Si, amor que ataña a los instintos.
Que ataña al habla. Y sobre todo escuchas y de muy buena gana; tal vez compartas un secreto o surge, de a ratitos, un hermoso silencio compartido. Y hablas bien de tu amigo-amante y se te alegran los ojos al hacerlo. Y puede que escribas poesía o algo semejante, quizá cantes. Si, amor que ataña al habla.
Amor que vuela por encima del tiempo y el espacio y que te comunica con seres legendarios,con sabios de otros tiempos, con mitos, con hombres y mujeres, eremitas, maestros, leyendas del pasado, vagabundos, errantes, poetas de aquí y de allá, del mundo entero, incluso de otros mundos. Si, amor que vuele alto.
Amor que te inunde poco a poco por dentro y haga llegar el llanto, el llanto dulce de los Budas, a tus ojos. Amor que al inundarte se derrame y corra como el agua llegando a todas partes, creciendo margaritas que libarán abejas que picaran muchachas de sangre revoltosa que llenarán el aire con sus voces.
Si no sientes de esto a veces, un poquito, te invito a que lo inventes; no esperes, que la vida no espera; inventa, siente, siente, no busques por fuera, adentro está el amor y verás cómo opera:
lo duro, lo doliente, se derrite
como un polo de hielo,
dulce y afrutado,
en la boca de un niño.
Domingo de verano
pegajoso y alegre, dulce, fresco y jugoso.
Inventa, canta, juega,
que te están esperando el cuerpo, la mente, la conciencia,
los instintos, el habla, los tiempos legendarios y futuros.
El agua, el agua.
El amor de las fuentes subterráneas.
Saddhakara
No comments:
Post a Comment